Era el silencio de tu ausencia lo que veía en la pantalla, hasta que una frase, casi al azar, me tocó el alma. Como un rescoldo olvidado y rebelde, encendió en mí la necesidad de buscar más, de llenar ese vacío con hambre de letras:
"Me suicidé de la forma más hermosa. ¿Cómo? Me enamoré de alguien a quien no puedo tener…"
No fue con cuchillo ni con palabras gruesas,
sino con pequeños actos cotidianos:
una taza de café que no compartimos,
un silencio que aprendió mi nombre,
los domingos que guardé en un bolsillo roto.
Me acosté a esperar cosas que no vinieron,
me levanté aprendiendo a extrañar en voz baja;
fui paciente como quien cultiva un desierto,
fui generoso hasta la ruina con los recuerdos.
Tal vez llamarlo muerte sea exageración;
prefiero decir que me hice pequeño,
que me inventé una ausencia y la cuidé,
y que aunque nada me falte en lo externo,
dentro hay vacío de los besos que soñé.