miércoles, 9 de octubre de 2019

Compañía

Los días no siempre fueron así,
hubo momentos en que nunca sufrí,
en que no entendía lo que sentía,
no importaba lo que dentro había.

Y en medio de esa insostenible utopía
comenzaron a germinar tus semillas,
crecieron con mi sangre y mis risas,
se alimentaron de esa imaginaria vida.

Al fin te conocí… Sin saberlo, te tenía,
a ti y a un complot de sentimientos
que ahogaban todo lo que conocía
y dentro de mí parecía un sufrimiento.

Yo no sabía que eras, me dolías,
creí que eras fuego e intensa ira,
creí que eras vacío y melancolía,
pero eres tierna, dulce, gentil empatía.

Cómo iba saberlo, soledad mía,
que estarías presente en la alegría,
en todas las tristezas y las agonías,
cuando estuve muy acompañado 
y cuando estaba lejos de toda vista.

Cómo iba a saber que eras mi guía,
para salir del encierro cruel del infierno
o para regresar raudo a esos adentros
a que el frío invierno hiele los huesos.

Ahora lo sé, lo que siempre quería,
que te necesito, siempre te necesité
y aunque parezca que estoy lejos de ti,
no te pierdo, no te olvido, no es así,
porque sin ti perdería lo que soy
y lo que gentilmente me motiva.

Ahora sé que nunca estaré solo...
No estuve solo cuando muchos había,
no estuve solo cuando había nada,
no estaré solo al final de esta jornada.

Porque tu mano, como siempre amable,
me llevará a donde todo se acaba,
donde nada se siente, nada se sabe,
a tu eterna compañía, una dulce morada.