Aquella tarde me sentí así,
indeciso entre quedarme o huir,
fui ese callado e indefenso
niño,
sin saber qué hacer o qué decir.
Busqué un solo “hubiera” frente
a mí,
entre el silencio y el aroma
sutil;
todo era amargo, era un sinsentido,
tomé mi amor y lo enterré
ahí.
A veces sospecho algún
sentir,
vuelve suave el susurro febril,
pero para qué quiero vivirlo
si no te vuelvo a sentir aquí.
Todo terminó un muy viejo
abril,
en una lluvia, junto a un añil,
en lo mucho que pudo haber
sido
y solo recuerdo que existí.
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