lunes, 24 de junio de 2013

En El Final

Noche cálida, noche húmeda, noche silenciosa,
qué canciones fúnebres escondes entre tus estelas,
qué esperanzas dejas acumuladas en las veredas,
por qué dejas mis labios sin tu brisa dichosa.

Lluvia de espigas, lluvia de lágrimas, de legados,
qué he de obtener de estos profusos lamentos,
qué he de dejar de los momentos muertos
en aquel estuario dentro del corazón subyugado.

Cielo oscuro, estilizado por las nubes del ocaso,
pronto se acumularán dentro de tus labios rojizos,
en tu silueta lúgubre y llana de brazos cobrizos,
el suspiro dentro del viento, recuerdo del acaso.

Sonido ecuménico, abrasador de las vicisitudes,
campanas a través de un sublevado recuerdo,
déjame sentir que en la umbra huida del viento
le acompañan también empañadas mis inquietudes.

Y tú, luna que llena mis soledades a plenitud,
luna llena, bella palidez en la noche eterna,
acompañante insomne en el cenit de la tormenta,
¿me abrazarás en el invierno estoico de mi ataúd?

No sé qué sentiré cuando el vacío recoja mi ser,
no sé qué vacuidad insípida e impasible incruste
su creciente soberbia dentro de un final ilustre,
pero sé que nada ha de evitar ese triste perecer.

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