martes, 5 de noviembre de 2013

Desde Entonces

La primera vez que se separó el universo,
cuando sentí derrocharse el dolor inmerso
invadiendo profusamente mi corazón,
apareciste ahí sin saberlo, delicada, sutil,
ahogando todo con tu boreal razón
para conservar para siempre el momento.

Cuando me encontré con aquella mirada,
la que me enseñó todo lo que estaba perdido,
estabas conmigo, a lo lejos, cuidando lo añorado,
rescatando en tus brazos los idilios,
lo que mi esperanza seguía conservando
y nos alejamos dentro de la madrugada.

Durante el primer viaje en el frío invierno,
mientras todos se mantenían discretamente lejos,
cuando nadie buscaba mi vida y mi sueño,
me besaste, me tomaste en tus desvelos,
incitaron en mis adentros tus ojos tiernos,
ya no dolía a muerte el llanto y el recuerdo.

Y en cada instante que me siento vacío,
cuando el llanto esta lejos del olvido,
siempre estás tú, con todo lo que ha sido,
desde que te conocí, cuando me sentía niño,
cuando todo se siente débil y abatido,
cuando el sentido te tiene aún más presente.

Espero no equivocarme, quedarme remanente,
porque esto arde como en el mismo infierno
y la ausencia de lágrimas y el profundo silencio
sería mejor condena que tenerte siempre distante,
sin tener una palabra tuya, sin tu calor afable,
sin el bello lunar de tu rostro todas las mañanas,
todas las noches, al morir todas las tardes...

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