lunes, 3 de octubre de 2011

El Viajero


Lo miré desde un lado del cristal,
era otro triste más, un solitario,
con su rostro perdido en el horizonte
dejaba entrever el dolor del partir,
había acumulado angustia en su porte.

Sería esa soledad que lo orilló al fin
o quizá huir del sentir, de la vida,
para curar del alma algo de agonía.

No se podía observar en sus ojos otra cosa
que el cúmulo de emociones en la hoguera,
el latir precipitado mientras dentro mira
la proyección de lo que él tenía
y como todo se va perdiendo en el mar.

Las voces del pensamiento se ahogan
con el incrédulo susurro del autobús;
poco a poco desapareciendo del relieve
los últimos rastros de ese lugar azul
y con la misma suavidad aparece,
en el futuro de cada uno de sus pasos,
el llanto seco por todo el pensar
oculto en el veliz de los ocasos,
pues siempre será un triste, un solitario,
con una lágrima perdida en el horizonte.

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