sábado, 4 de septiembre de 2010

Nostalgia

II


Mi niñez fue grandiosa en aquel lugar. Crecí a la par de los cielos, rodeado de pastizales con bellas flores azules. Los insectos siempre revoloteaban entre mis juegos y un jardín me esperaba al regresar de la escuela, donde un sencillo columpio y el verde y aromático pasto sorteaban todas mis travesuras.

En los tiempos de lluvia la calle se llenaba de grandes charcos en los que lanzaba guijarros, siempre buscando hacerlos rebotar en la tranquila superficie y después verlos hundirse en el agua turbia. Entre la hierba se acumulaba un poco de agua y ahí se podía ver crecer a muchos renacuajos, que al poco tiempo saldrían como ranas y sapos, siempre con su constante croar en las noches. Los mosquitos alteraban la tranquilidad nocturna y a veces no se podía dormir bien.

El aire puro y cristalino dejaba pasar la luz de dos volcanes majestuosos, cubiertos de nieve durante todo el invierno. Las estrellas cobijaban los cielos y de vez en cuando una de ellas caía para alumbrar mis infantiles deseos.

La terracería nos permitía colocar muchas canicas de translucidos colores, recuerdo pasar horas jugando con mi hermano.

Poca gente vivía aquí. Unas cuantas casas alejadas de la mía y pocas personas de mi edad hacían que me entretuviera trepando arboles y corriendo dentro de los maizales de las cercanías. Había un pequeño árbol en la entrada, refugiado bajo su sombra sosegué muchas veces el calor veraniego y al conocer el gusto por la lectura encontré en él a buen compañero, viajando siempre por parajes desconocidos del siglo XVIII.

La adolescencia me dejó algunos amigos que pronto desaparecieron, algunos amores que llenaron mi ingenua soledad y los ojos de una hermosa joven que encantó todos mis pensamientos.

Me dolía tener que dejar este lugar, pero mis sueños albergaban otras esperanzas, un deseo de aventura me obligó a mover los pies por otros sitios. Tomé todos mis recuerdos en una mochila, repartí miles de besos al aire para el jardín, para los pequeños lagos, para la fotografía de los dos volcanes, para mis amigos, para mis amores, para el árbol, para mi hermano y para mis padres.

Le di la espalda a mi hogar con la promesa en los labios de regresar. Entre mis papeles había dejado un asunto pendiente.

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