miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hermandad

Yo era su amigo, era confidente,
era heraldo de sus pensamientos,
apoyo y crítica si fuese necesario.

Rodaba por las espinas si lo pedía,
lloraba desconsolado y sonreía
para cambiarle un poco el ánimo.

Sus ideas mías se convirtieron,
cegado por su majestuoso porte
en él me transformé.

El fue mi amigo, maestro y pupilo,
con sus sueños embriagantes
y con sus tímidas acciones.

Defendía siempre mis defectos
con astucia y fiera firmeza,
un valiente de la edad media.

Muchas veces a mí acudía
incomodado por las sociedades
que querían verle desaparecer.

Éramos amigos, casi hermanos,
que, huyendo de los temores,
en una noche mágica nos alejamos.

Ahora vamos hombro con hombro,
el partiendo al azul del cielo
y yo cegado por mirar siempre el sol.

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