sábado, 4 de febrero de 2012

Requiem


I

Interrogatorio

Disculpe la molestia, señor,
no huía de usted y de las leyes,
no había porqué esconderme,
solo quería evitar mi pena
de algo que no iba a creerme.

No quería que cuestionaran mis razones
de mi deambular casi sonámbulo,
miren que yo no lo disimulo
pero es difícil de entender.

Si sus preguntas hurgaban, señor,
dentro de mi frágil existir,
podría abrir dentro de mí
cosas que usted no vivirá
pero en el alma me hacen sufrir.

A eso temía realmente,
a palidecer prematuro en su juzgado,
el miedo de perder completamente
antes de que el alba hubiese llegado.

Perdóneme de nuevo, señor,
y perdone la insistencia que profeso,
usted no comprenderá, lo acepto,
acepte usted también que no hay mal
en el fuego de mis calcáreos huesos.

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