Aún recuerdo esas palabras que no dijiste por un temor sin fundamento,
aún miro materializarte espontáneamente en parajes inmensamente distantes,
dejándome aquí, tan lejos de ti y de tus pensamientos,
subyugado en el vahído que tus sentimientos provocan dentro,
sublevado ante la esperanza que huye durante el insomne sueño,
comprimiendo la razón al pensar en todo lo vivido,
en lo que será de nosotros en el acontecer del invierno,
de todo lo que ahora es nuestro tiempo suspendido.
Me dejas entonces
con un segmento de vida al filo de tu ser
aferrándome a la necedad de quererte,
a esa insondable brasa que funde todo lo que fue,
esperando mirar tu silueta en el rojo del atardecer,
esperando a que me mires como lo hacías el día de ayer.
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