Retomas la trágica mirada
como quien espera encontrar
en la noche y en la ciudad
un titubeante hogar, una morada.
Ya no pides a los imposibles
volver gloriosos, raudos, altivos,
se alejaron del pecho destruido
y el corazón dejas de sentirle.
Acabas como muerto o retraído
de pensar y vivir en monotonía,
aúllas como aquel que se fía
en recuperar todo lo perdido.
Llama a la puerta de bronce
el ancestro de fría mirada,
cumple de principio a fin la manda
de hacer que la voluntad retorne.
Es así como en la sangre brota
los dolores siempre sufridos
huyendo en los cuatro sentidos
sin dejar a la madrugada rota.
Al acabar abres de nuevo la ventana,
acosas a tus alrededores furtivo,
ya no te hallas ni ebrio ni cautivo,
dejaste atrás las flores que matan.
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