viernes, 2 de abril de 2010

El Extraño

Erase una vez un original ser, nacido por azares del mundo en un lugar de lo más común que podía encontrarse en su tiempo y en su ciudad. Mostraba este ente una particular forma de ver el mundo, bastante original dirían algunos o simplemente “este niño tiene mucha imaginación”.

Ocupaba sus primeros ratos en analizar el cómo funcionaba su percepción mental del ambiente, pasaba mucho tiempo mirándose en el cielo buscando una nube que le diera paso a su fantasía de asfalto, entraba con esa dureza al mundo de los pensamientos que comenzaban a vagar cerca de la luna, ese infante simplemente se concentró en como volverse un loco.

Pero la tierra siguió girando y ese pequeño niño creció, se volvió en apariencia un ser humano adulto. Y comenzó a ver otra cara de sus alrededores, abandonó los sueños de locura y los rieles que dirigían su antigua felicidad. Cada día perdió esa alegría que le brinda el encontrar un mundo nuevo al girar cada esquina.

Así se encontró de un lugar a otro, volteaba a mirar a las personas con las que compartía la acera y ellos lo miraban de manera distinta, como tratando de decirle “este no es tu lugar”, se sentía lejos de su hogar. Se cansó de esta sensación de incomprensión y se retiró a una tierra ajena donde depositar toda esperanza, huyó de las calles que lo vieron crecer, se podía mirar a otro errante en busca de algo de tranquilidad.

Pobre de este hijo del destino, llegó a su tierra prometida que lo único que pudo decirle fue que nada en el mundo va a cambiar, que sin importar en donde se encuentre siempre será un extraño, que nunca encontrará ese hogar con el que soñó.

Así eres tú, querida constancia, allanaste las ilusiones,
has derrumbado la casa de mis fantasías fortuitas
y sin piedad alguna me contraes en estos confines
de la cotidianeidad inmoral de las pasiones.

Perdona el insulto que ante tu retablo he hecho,
sé que no es lo que de mi esperabas escuchar,
pero entiende que son mías estas ofrendas
y juzgarme bajo esos pilares no es tu derecho.

Has de saber que los caminos fueron cerrados,
que los estilos y figuras fueron robadas
por mis manos empapadas en la sangre
de tus olvidos penumbrosos y aferrados.

Ahora te pido ayuda azarosa permanencia,
quiero terminar con mi dolor en tu hoguera
y poder mirarte con la misma aguda ironía
con la que tú me ves desde mi penitencia.

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