sábado, 19 de febrero de 2011

Imperdonable

Podría morir ahogado en la lectura,
encontrarme en espasmos dentro de una habitación
recelando el momento de la congestión del alma,
llevar entre manos las ideas propias y ajenas
para posarlas ante el altar del corazón.

Podría vivir un instante en lo eterno,
en otros tiempos y en otros cielos,
allanar islas habitadas por los muertos
y escucharles sin cesar durante siglos.

Podría agonizar si encontrara el momento
de leer el libro de mi vida,
de arrancarle las hojas con esmero,
mi destino escrito ahora ya perdido
ni siquiera entendido por el tiempo.

Podría renacer en cada palabra escrita,
aprender de nuevo a caminar,
a adorar las mañanas en la cornisa,
a sentir el dolor del vacío en el espíritu
y esperar el momento del regreso.

Pero nunca podría yo aceptar no estar,
vivir sin haber pisado esta tierra,
sufrir sin ni siquiera haber sido incendiado,
morir sin haber amado a la soledad,
sin ver de nuevo aquel ocaso.

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