El testigo de mis actos me señala y el jurado entre sus rumores me condena. No parece que tengan alguna compasión por mí, ni siquiera escucharon a la defensa; solo escupieron veneno.
No importa siquiera tratar de evadirme, todo hace eco en mi conciencia, todo desborda de mi mente.
Yo el testigo y el acusador,
yo el fiscal y el jurado,
yo la multitud que clama justicia,
yo en la silla del acusado y Dios como abogado.
La víctima... tú.

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