Apagado en un faro sentí llegar el rocío,
los autos cruzaban con indiferencia
y el leve suspiro del viento recorría mi rostro.
El tiempo avanzaba y se detenía
jugando con las eternidades distraídas.
No había nada más.
El humo del cigarro se dibujaba
y pronto desaparecía
con la tenue luz del atardecer.
Y abracé a mi soledad…
disfruté por un instante el vacío
y por un momento sonreí.
Me recuerda a mi caminando a las 10 de la noche sobre la ruta nevada...
ResponderEliminar